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Periodismorubbish y una moda

Periodismorubbish y una moda Es tremendo empezar a comprobar cómo el periodismo, aparte de haber acabado siendo un único medio de difusión de publicidad, que es algo que ya se tiene más o menos asumido (Franklin decía que un periódico es el trozo de papel en el que quedan algunos huecos sin anuncios para rellenar), ha terminado siendo un foco de profusión de modas. Ahora esa moda es la investigación. Demostrar al mundo del marujismo y lo chavacano que con ganchos se puede llegar a desentrañar los más oscuros misterios. Empezó aquel tipo que se infiltraba en los Ultra Sur y ahora siguen María Teresa Campos y Ana Rosa Quintana en una de esas guerras que mantienen los fétidos matinales. La una haciendo pasar a sus reporteros por camellos en discotecas light. La otra, maquillando a una de sus periodista para que parezca una pimpolla de 13 años y cazar a un pederasta. Ninguno de los dos programas eluden las conversaciones de unos periodistas demasiado metidos en su papel, con lindezas como 'si quieres una rayita me la chupas' en el caso de los camellos, para ver según ellos hasta donde podían llegar las niñas, o 'QUieres que te enseñe algo?' la señora desvergonzada y maquillada.
Tanto a nivel periodístico como policial, la utilización de ganchos es una práctica de dudosa moralidad/legalidad. La razón es muy sencilla: los ganchos incitan a cometer un delito, y por tanto alteran el desarrollo de los acontecimientos y manipulan la realidad. El libro de estilo del diario 'El País' no deja lugar a dudas sobre lo que en el mundo del periodismo se entiende por un 'gancho': "cómplice en un timo o en una estafa".
Las mañanas están en guerra. Y el periodismo se ha unido desde las cloacas.

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