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unlugardondearder

No es una película. Es una ópera

No es una película. Es una ópera

Había escuchado muchas críticas a la última película de Woody Allen. Demasiadas para ser una del genio. Fui a verla al cine el otro día y salí del cine con la misma sensación de siempre. Allen es un director capaz de cambiar el mundo en un plano; cada secuencia parece innecesaria pero acaba por completar un puzzle. Woody Allen no es más (quien lo fuera) que un contador de historias. Es el Bob Dylan de Subterranean homesick blues con imágenes. Y esta vez, aparte de haberse mudado de ciudad, se dedica a recrearse en varios asuntos. EL primero, su pasión por la música, porque Match Point es una ópera, de principio a fin. Un tema, en principio, manido como un juguete en una cuna, pero que acaba por convertirse en un drama de proporciones mundiales. Y el segundo, la suerte. Hace mucho escribía un post acerca de esto. La suerte es lo que define quien triunfa en la vida  y quien no lo hace. Dejémonos de estupideces. De cada cien tíos con talento, uno sale adelante gracias a eso. Los demás, sombras grises de lo que podrían haber llegado a ser. El otro 99% de los que triunfan se lo deben a la fortuna. Y eso es lo que trata de hacernos entender Allen en su primera película londinense.

Y encima, aparte de todo esto, Scarlett sale preciosa. Woody Allen se ha vuelto a burlar del mundo. Una vez más. ¿Lo habrá creado él?

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